Una obra infantil para las escuelas de nuestra patria querida
CHACARERA DEL CABILDO Autor: Luz Pedrosa Compositor: Jorge Grossi En la plaza muy temprano, el sol empieza a asomar, con bombos y guitarras la historia va a comenzar. En el viejo Cabildo, se decide con coraje… se dijo que Desde ahora ya no hay… quien nos mande! Las voces se levantan, y el pueblo quiere escuchar…. es hora de cantar juntos con amor y dignidad…. Con fiesta y canciones, la Patria empieza a brillar, y los niños en sus casas la historia van a contar. Orgullosa de mi tierra, de su cielo y su lugar, celebran el veinticinco mis paisanos al bailar… Se abren esperanzas, con firmeza y sin dudar, y todos en la plaza se empiezan a entusiasmar. Los criollos aplaudieron, la noticia fue total: ¡había nuevo gobierno, del pueblo nacional! Con fiesta y canciones, la Patria empieza a brillar, y los niños en sus casas la historia van a contar.
Había una vez una niña curiosa, de esas que transforman los rincones en mundos mágicos. En su casa de Capitán Sarmiento, mientras jugaba a descubrir secretos, encontró algo que cambiaría su vida: una guitarra. No sabía tocarla, ni siquiera sabía qué canciones debía cantar… pero bastó un rasguido, un sonido vibrando en el aire, para que algo dentro suyo despertara. Fue como si las cuerdas hablaran un idioma antiguo, conocido solo por el corazón.
Su papá la encontró así, con los ojos brillantes, abrazada a ese instrumento como quien abraza una promesa. Con ternura y paciencia, le enseñó sus primeros acordes. Y entonces, empezó a nacer una historia.
Esa niña nunca soltó la melodía. La llevó consigo en cada paso, creciendo entre canciones y silencios, entre escenarios y sueños. Se convirtió en cantante, compositora, profesora… y mamá. Cada nuevo rol le dio otra voz, otra mirada. Pero su esencia siguió siendo la misma: cantar para contar, cantar para sentir.
Hoy, Luz Pedrosa no es solo una artista: es un puente entre lo cotidiano y lo sagrado. Su voz no busca la perfección, sino la verdad. Canta con la ternura de quien acaricia, con la fuerza de quien defiende, con la raíz de quien honra la tierra y la memoria. Su música es casa, es abrazo, es espejo.
Grabó discos que son pequeñas antologías de emociones: cantos de amor, de mujeres valientes, de pueblos que sueñan despiertos. En cada tema hay un mensaje, una imagen, una luz que invita a mirar hacia adentro. Su arte no es solo estético, es humano. Porque Luz no canta para ser escuchada, canta para que otros también se animen a cantar.
En cada escenario, grande o pequeño, vuelve a florecer aquella niña que un día acarició una guitarra y decidió hacer de la música su forma de amar al mundo. Porque para Luz Pedrosa, cantar no es un oficio: es su forma más pura de vivir.